viernes, 13 de marzo de 2015

Muralismo en México

Muralistas importantes en México 

Rivera, Orozco y Siqueiros son los tres grandes representantes del Muralismo Mexicano. Comprometidos con el pueblo, formaron parte de la generación postrevolucionaria que traía a flor de piel los ideales nacionalistas, con el arte influyeron en la cultura y reivindicaron principios como la igualdad entre las clases sociales. Todos los cuestionamientos de cómo crear un nuevo Estado y nuevas instituciones serían expresados por este movimiento. Como señala Luz Elena Mainero Castillo, investigadora del Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana: “En sus obras, estos tres artistas buscaron glorificar los éxitos de la revolución y la historia precolonial de México. Se les veía como artistas que cumplían una función social, pues en un país donde se leía poco, jugaban un papel importante como educadores y como propagadores de ideas, y su arte era el vehículo perfecto para ello. Esto llevó a que se convirtiera en un arte patrocinado por el gobierno. Nunca antes un movimiento artístico había sido a la vez oficial y revolucionario”.
Los grandes maestros del muralismo se involucraron y participaron activamente en la política nacional e internacional, no solo con sus ideas plasmadas en monumentales obras, como el mural del Rockefeller Center (Rivera, 1933) o La Trinchera (Orozco, 1926) en el patio del San Ildefonso, en la Ciudad de México, sino también actuaron en foros y plazas públicas. Un ejemplo de esta militancia es David Alfaro Siqueiros, quien padeció el exilio debido a su filiación al Partido Comunista. Este febril activismo los llevó incluso a enfrentarse, como fue el caso de Rivera contra Siqueiros. Este compromiso con las causas sociales mereció el respeto de la gente, considerándolos una parte esencial de la voz popular.
Tres estilos, tres maestros
José Clemente Orozco (1883-1949) 
Asiduo a la técnica del fresco, la obra de José Clemente Orozco evoca un carácter expresivo-figurativo. Se puede apreciar la directa influencia del expresionismo europeo, maneja con arrebato la dirección de sus pinceladas para representar movimientos y sensaciones. Los temas principales de su obra son el dolor y sufrimiento de las clases sociales, amargura causada por la indiferencia y la voracidad de políticos y poderosos. Orozco fue un pintor comprometido con las luchas sociales, plasmó un realismo ferozmente impresionante, provisto de una sátira mordaz. Los escenarios se inclinan por elementos abstractos o mecánicos. En algunos de sus murales, los colores no son tan intensos como en el resto de sus contemporáneos. Un elemento recurrente es la aparición de un personaje central, de grandes proporciones, dividiendo la narración del mural. Algunas de sus piezas más representativas son los murales en San Idelfonso (1926), el Hospicio Cabañas (1937-1939) y Bellas Artes (1946).
David Alfaro Siqueiros (1896-1974)
Siqueiros aborda el movimiento de la Revolución Mexicana de 1910, así como la lucha de campesinos y obreros, víctimas de la opresión. Se distingue por el carácter combativo y violento en sus murales. Sus figuras son curvilíneas y mantiene un trazo grueso en el delineado. Una característica en su estilo es el uso abundante de la perspectiva, el espectador puede sentir que el personaje sale del mural y extiende sus manos para alcanzarlo. El artista describe escenas específicas, intensas, con personajes significativos, insistiendo con la repetición de elementos para obtener profundidades. La creatividad en el uso de materiales plásticos en los murales se distingue en Siqueiros, quien afirmaba “en el arte moderno había que utilizar materiales modernos”. La mayoría de sus trabajos fueron elaborados con materiales industriales, como lacas de nitrato de celulosa o Piroxilina, usadas como adelgazantes y fijadores, y utilizó asbestos para texturas, creando empastes gruesos y con carácter. Entres sus obras más representativas se encuentran los murales de la Universidad Nacional Autónoma de México (1952-1956) y el Polyforum Cultural Siqueiros (1971), junto al World Trade Center en la Ciudad de México.
Diego Rivera (1886-1957)
Diego Rivera, llamado monstruo de la naturaleza, se caracteriza por su discurso realista y social. En su obra encontramos una visión reconciliadora con nuestro pasado indígena, así como su interés en la ciencia, la naturaleza, lo femenino y masculino, las revueltas sociales y la pobreza del pueblo. Influido por otras corrientes como el cubismo, el impresionismo, el estilo clásico europeo y el arte prehispánico, Rivera nos abruma con la cantidad de imágenes y minuciosos detalles en su obra. Esta característica nos recuerda el estilo barroco, un rasgo que algunos críticos califican como agorafóbico, es decir, cierto temor a dejar espacios vacíos. Entre su extenso legado, destacan los murales en Escuela Nacional Preparatoria (1922), la Secretaría de Educación Pública (1928), El hombre controlador del universo en Bellas Artes (1934), Palacio Nacional (1935), Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central (1948), el mural del Estadio Olímpico de Ciudad Universitaria (1992), y el mosaico de vidrio del Teatro Insurgentes (1953).
El Muralismo Mexicano refrescó el arte, volviéndolo comunicativo y colectivo, influyendo en las masas, iluminando donde había oscuridad e ignorancia. El arte popular y público, invariablemente refleja los problemas y retos de su época, contradicciones donde abreva el espíritu libertario Muralismo Mexicano, uno de los movimientos artísticos más importantes del siglo XX. Los muralistas abrieron las puertas a la expresión libre, valiéndose del magnífico poder del arte.